“Escuchame inmigrante…cerrá un momento tus ojos. Volvé a tu pasado.
Acordate de aquella tarde que giraste tu mirada para atrás, para observar con tristeza las ultimas casitas del pueblo que dejabas para siempre y al que un mal pensamiento te decía que no ibas a volver a ver.
Acordate de aquel barco grande en cuya panza lloraste más de una noche, pensando en tu tierra y familia lejana ya, buscando apagar tus penas con los compases de alguna polca o alguna tarantela.
Acordate de la primera imagen que tuviste de esta tierra, nueva para vos, que te vio llegar indeciso, desorientado y te abrió sus brazos, ofreciéndote la paz de sus pampas sus sierras y sus montes.
Acordate de tu llegada a Oberá, del primer árbol que volteaste para poder hacer el rancho que cobijara a la gringa que trajiste con vos o a la criolla que conseguiste acá, las que no te abandonaron nunca, las que te dieron tu cuerpo y sobre todo su alma.
Acordate del día que nació tu primer hijo, cuando lo alzaste en tus rudos brazos, curtidos por el trabajo y emocionado gritaste ¡Es Argentino!
Acordate de la primera cosecha, que te hizo sentir dichoso, porque era el fruto del esfuerzo que se convertía en esperanza y era la esperanza que te anunciaba un mundo mejor.
Acordate cuando se casó tu vecino o cumplió años el compadre. Como te vas a olvidar, si alegre esa noche, hasta bailaste un tango.
Acordate de aquel 25 de mayo, cuando te pusiste tu mejor ropa y una escarapela grandota en el pecho. Si hasta lagrimeaste cuando frente tuyo pasó la bandera Argentina.
Acordate como, sin darte cuenta, la vida te fue acriollando y se te fueron metiendo el mate, el locro, el asado y cada una de nuestra costumbres.
Acordate cuando entusiasmado gritaste ¡ gooooool! De River, Boca o Huracán.
Acordate…en fin, de tu vida que se fue convirtiendo en años y de tus años que se fueron convirtiendo en vida, hasta que el trabajo y el esfuerzo te otorgaron el presente venturoso que hoy tenés.
Perdóname inmigrante si te arranqué algunas lágrimas con estas palabras.
Ojalá, hayan sido lágrimas de alegría.
Perdoname también porque te voy a pedir otra cosa: que esta noche, cuando regreses a tu hogar y estés a punto de cerrar los ojos, vencidos por la fatiga y enrojecidos por las emociones te acuerdes de Dios y le digas: ¡Gracias Señor! Por haberme dado aquella querida patria donde nací y gracias también por haberme dado esta patria adoptiva: la Argentina, grande y generosa, capaz de recibirme un día, darme albergue, familia, amigos, progreso y felicidad. Como si todo eso fuera poco, también va a guardar para siempre mis restos en el fondo de su bendita tierra, cobijados bajo la aureola de un cielo celeste y blanco como los colores de su bandera.»
Enrique Gualdoni Vigo – 04 de septiembre de 1980, Durante la Inauguración de la Primera Fiesta del Inmigrante.